en la última página de un cuaderno paramonga, está escrito:
cuando me hunda
caeré sobre ti perfecto
Ahora, al mar viajar.
Es la esquina de una avenida con semáforo a las 8 de la noche. Un paradero a la derecha y a la izquierda la berma central con árboles recios que apenas verdean. Es oscuro para notarlo, pero se siente la nula naturaleza a mitad de tanta civilización. De mandil rojo para jalar la atención como la luz que le permite este instante detenido. Un brazo levantado, el otro sobre su canguro. Es mujer. La chocolatera se pasea entre esa marea automotriz; derramando, patibulando, pateando y hasta enfuñando el olor del cacao procesado con leche. Oscuro, frágil y con logotipos.
La cuestión de números es la siguiente dice la chocolatera:
21 céntimos por el sublime chocolate de maní. 34 céntimos por el triangulo pirámide. Es la ganancia. Saca los números.
10 primeros son 2 nuevos soles y diez céntimos (menos de un dólar)
10 segundos son 3 nuevos soles con cuarenta céntimos (pasando el dólar y centavos)
Mirada atenta, ¿y cuánto está su taxi?
8 soles.
¿Y el sandwich mounstros que vienes comiendo desde Barranco?
8 soles
16 es casi igual a 80 chocolates.
Ves porque casi nunca puedo comerme un rico mounstruos. O ir sentada en el asiento trasero mirando la gente pasar en las esquinas.
Entiendo.
Es tan común pensar que sí.
Que tal vez un día el viento traiga mejor las cosas, se flotará, se respirará mejor; pero de esa forma no sucederá.
Se gana tan poco por algo tan dulce.
¿y cuánta gente come en las noches chocolates?
cien o sesenta o cuarenta...
¿me pides una estadística? ¿mediana, media o promedio?
Está por ahí.
¿Y cómo cambiarán las cosas?
Ni idea, prueba este chocolate es rico, quizá te ayude a imaginarlo.
No te preocupes, yo haría lo mismo que tú. Sentado, pudiendo comprar y pagar.
Pero tú, ¿harías como yo?
No sé.
No, no creo.
El chocolate viene de un producto vegetal caro.
Por eso lo venden masivamente siempre con leche, así sale más barato.
O incluso saborizado y teñido con polvo de cacao.
En la envoltura siempre dice, sólo que pasa inadvertido.
No conozco chocolate puro de una marca peruana.
Tal vez no los hacen así acá. Sólo lo he comido en una marca italiana,
Julie Galleta me invitó. En la envoltura decía 100% peruvian cacao.
No es dulce, es de un sabor fuerte. Costaba 6 euros.
6 euros son 25 soles.
25 son 125 chocolates de los primeros.
Así es. Pero contra todo, qué pasa. La chocolatera sonríe, está feliz y grita a viva voz llamando a los chocolateros que pueden andar ocultos por ahí. Pasando por esa avenida, sin imaginar, que tal vez lo que necesitan para saborear la noche es un suave chocolate. La chocolatera trabaja con dulzura. Debe estar en su mirada o su poca vida, ella está en el colegio. Su otra amiga le dice que le pase la tarea cuando lleguen más a tarde a casa. ¿dónde será? Es seguro que lejos de esa avenida tan moderna, con cafés y algunos fast food por la acera.
La ternura de trabajar a estas horas, con un probable dolor de hombros por llevar la maleta de chocolates, pero igual sonriendo con la idea de la tarea escolar de mañana. No amilanarse significa seguir con la misma actitud a pesar de la indiferencia de desconocidos. Hay una mirada que la barre de pies al mandil rojo. Qué sabrá esa tía soberbia de comer un chocolate, seguro vive estreñida. Risas. ¡Cómo vas continuando! El trabajo sigue dulce pues cargo el sabor a quien lo necesite y barato. No es ganar por calidad, sino por cantidad. Y la alegría viene a montones con la inocencia.
del que puedes imaginar, dinero en efectivo que capitalizaban, o ahorraban.
Muchos de ellos progresaron, otros no.
Pero no importa cuál haya sido el éxito de su economía en la calle pública.
Trabajaron mucho, mucho y a merced del azar. Ese fue el merito y la salvedad de su labor.
Si no estuvieras aquí chocolatera,
dónde estaría el sabor.
Dame dos de cada uno. Gracias, sigue bien y feliz.
Gracias joven. Vuelva cuando quiera, aquí estaremos -terminó de decir la chocolatera-
Jardinero que podas y silbas, acaso también si riegas, no puedes darle un poco de humedad a esta flor de lis.
Flor cuidada por un cuarto de siglo, ya está madura. La portadora tiene ángel, carisma y también abolengo francés: Silvia De Damus.
Empiece el guitarreo:
Oda a la flor de lis
La flor de lis no es un lirio, es un botón que lleva a que todo se coloree
blanco
y rojo
y de nuevo blanco temblor...
terremoto de los sentidos para acabar.
Es común en muchos escudos. Cualidad de toda bebé al nacer. Es para ella entonces símbolo de nobleza. Tiene con el paso de los años el bello aparicio. Se puede modelar de acuerdo a las ocasiones, siendo hoy muy común dejarla expuesta en épocas de calor o por higiene.
Es regida por Venus, su diosa protectora, e incluso apunta al norte hacia el Monte de su diosa.
Batallas y armisticios se han librado por las flores de lis. Se supone que debería llevar el amor al mundo, pero no es difícil que traiga la perdición.
O indeseadas hinchazones.
La flor en promedio madura al final de la época secundaria, aunque esta media, es más que todo anecdótica y para nada rige comportamientos. Se pierde y se va como semilla al viento: juventud, amor o dejarla atrás pueden ser los causantes del buen día que parte.
La maduración produce extirpación, y como la madre tierra que la cobija es muy sensible, aquella salida produce dolor. Pero una vez ida deja todo un terreno a explotar.
El recuerdo que regala en ella esta partida varía de tierno a desastroso.
Muchas flores de lis se pierden al segundo en el mundo, pero igual la sabia madre naturaleza las repone con nuevos brotes.
Gran campo de ternura y superficialidad.
La partida de la flor de lis, siempre, pero siempre dará mayor compenetración de ella a futuro. Para bien o mal, el drama se hará telenovela. Y la felicidad también.
La raíz religiosa de la flor
Trata de qué desde hace más o menos un par de milenios, se dice que la flor es divina. E implica un alto impuesto a tu alma si es que se la da por qué sí. Incluso, si se la da por qué no. Da igual si hubo amor, debe primero pasarse por un ritual de bendición para extirpar la flor con toda la ley del señor que la regaló.
Esta raíz religiosa suele causar muchos problemas de conciencia. En la actualidad es cada vez más débil y chiquita, aunque no hay que creer que desaparecerá.
¿Y la flor a dónde va?
Se pierde en un hoyo debajo de la tierra. Muy cerca del petróleo se condensa con otras piedras vecinas y luego de muchos milenios de presión y condensación, se convierte en una piedra preciosa: el rubí.
La otra noche, en el taxi, una canción del huevas de Arjona hablaba de sus fantasías en un taxi y sus cuernos por más huevón; le digo a Silvia de Damus, oye por qué no sigues de largo con el taxista, mira que... idiota, mátate. Qué te pasa con eso.
Eso. Lo que los demás hacen, no debe ser jamás modelo de conducta personal. Y eso admiro de Silvia de Damus. No se ha dejado llevar por esas ideas liberadas, no tanto por religión o convicción, sino por oportunidad... Así recaigo en mi gran amiga que ahora viaja en la selva por río y con salvavidas. Allá en los calores se cruzará con algún selvático jardinero. Esos son maleados, de verdad. Ojalá no te dejen marchita la flor con tanto calor. Pero igual aprovecha y te ganarás con un súper poder:
Suena de pronto una canción inventada:
ya no eres la chica de ayer
da un paseo sin fin acabar
es un desmayo en francés
llamado petite morte
y por acá
chiquito morir
Buen viaje Silvia de Damus
Dos días atrás, una tarde nublada, y me siento en la Couster que tomé por la Av. Arequipa. Sucede de pronto un insistente dedo toqueteo en mi hombro izquierdo. Quién será. Qué querrá. Con las ganas que llevo. De pronto al voltear está ella. Ada Gospel sentada atrás mío con un libro de psicología y cagándose de risa. Como nunca antes en más de 6 años que nos conocemos. Primera vez que un micro es nuestro centro de encuentro, y eso que alguna vez pusimos en un trabajo de investigación la siguiente premisa maestra:
“El pasillo central de un micro es nuestro epicentro, el escenario de nuestro objeto de estudio”
Maestra porque según el catedrático definimos bien lo que estudiaríamos. Claro que no tiene nada que ver el susodicho lleve el mismo apellido que Ada Gospel, no es su viejo, ni tampoco su tío.
Le robé el asiento a una chica algo cachetona, de apariencia emo. Ada Gospel la detuvo cuando intentó sentarse a su lado, la chica no entendió creemos, pero cuando le dije intercambio, parece que no le quedó otra. Ada volvió a reírse, y creo que las orejas de la emo debieron sentirlo, ojalá no nos odie ni seamos causantes de una depresión más en este mundo tristón.
Trabajo
Ese fue el vínculo. Ella de una entrevista, yo de cobrar algo. E íbamos para el mismo destino también, la universidad que nos tuvo de alumnos. Más risas de coincidencia. Ella porque sigue una segunda carrera, yo porque ayudaría en la grabación de un piloto de TV. Conversamos acerca del trabajo, el que ella podría tener, y el que tuve un verano. De paso las coincidencias, cruzo los dedos. Y recordando.
El aeropuerto
Nunca cierra, abre para todos aunque tiene áreas restringidas últimamente. Es un rectángulo con dos pisos y paredes de vidrios oscurecidos. A las 7 am en verano el sol brillaba como una gran canica blanquecina a través del polarizado. Se sentía el calor de un viaje astronómico de luz. Y la bulla y el movimiento madrugador empujaban a seguir el mismo ritmo que tenía este lugar ajeno al tiempo. Todos los días son iguales, con la salvedad de que nunca pasa lo mismo, ni aterrizan ni despegan igual. El ruido del motor aéreo se vuelve un cómodo chirrío a medida que se suman días dentro. El cajón aeropuerto lleva voz de altoparlante primero en español y luego en inglés, aunque al principio no se le entiende por eso tiene una pantalla con letritas rojas colgada a mitad del hall central, donde se ven los subtítulos de lo que habla. Creo que es letra Courier, aunque mi memoria puede ser sesgada con las fuentes. ¿Mencioné que el aeropuerto tiene voz de mujer? Viene de la torre, ese edificio que sale perpendicular del rectángulo. Siempre me dio curiosidad pero nunca me animé a subir, tenía el pase de LAP para entrar a los espigones pero y si me preguntaban para qué quieres ir a la torre, debería haber mentido. Y las patas cortas no van bien en un lugar donde muchos están prontos a volar. Era el primer verano post 11 de septiembre. No sé como habrá sido antes, pero bajo este sol, caminaban muchos policías y pastores alemanes. La gente miraba desconfiada a los barbones pelucones, y me parece que una vez vi a Alejandro Guerrero por ahí, honestamente sí tenía el aspecto de un suicida bombardero. Debe ser trabajar la prensa para un broadcaster pendejo lo que le quita conciencia a tu alma. Seguimos mirando, hombres buenos y mujeres también. Otra mirada más. Mujeres crueles y hombres también. Es seguro que debo haberme cruzado con algún burrier en el baño, los ojos llevan inyectados el sueño del dinero fácil. Vamos yo también lo haría no lo niego, si tuviera más desesperación. Lo haría. Porque mi nombre no es peligro.
Lo último y lo primero que verás, la puerta del país es esta y nosotros trabajábamos para hacerla más activa y cosmopolita. Por eso siempre la gente que viaja o acompaña se viste bonito, dentro de sus cánones sacan las mejores fachas para este lugar con luz artificial o natural, pero siempre iluminado. La pasarela rectángulo también tiene flashes, los de las cámaras y fotos aquí y allá. Disculpe joven puede tomarnos unas fotos, claro cómo no. Y click, luz y sonrisas eternas en un recuadro digital. Los sábados entre las 11 pm y la 1am es un mitin de gente llegando o gente llorando para despedir a alguien, vi tantas lágrimas en el aeropuerto que creo que ya no puedo llorar cerca de un avión. Era el único del trabajo que hacía el turno de sábados de 7 noche a domingos 7 mañana. Personalidad atonal. Se suponía que debía tener alguien más apoyándome pero la tacañería del dueño me dejó solo. Y como ni era consciente del reto, sin problemas atendía solo una librería central con muchos libros y revistas para robar, y siempre me cuadró caja sin ningún hurto en mi turno. Concentración, teclear sin mirar el teclado, contar mentalmente el vuelto, reconocer rápido billetes, destreza para el POS y un espejo circular fueron las habilidades de esos sábados donde si fui solitario era porque todos los demás toneaban con música y trucos. La música del aeropuerto es la bulla del avión y la gente hablando en muchos idiomas, el truco de ahí es que cuando pasa la hora punta todo es silencio y la puerta del país está tranquila para recorrerla. Las tiendas del aeropuerto no tienen puertas pero yo igual las cree, hacía mis puertas con una cuerda que tenía colgado:
ya vuelvo
estoy en el baño
Y me perdía caminando por media hora esas madrugadas de sábado. Tampoco podía irme más tiempo. Algunos dormían en las sillas, un vuelo tardío llegaba y la gente desembarcaba. Las chicas del duty free invitaban café y reían. Pasaba ida y vuelta por el detector de metales, cada vez más confiado porque me fueron reconociendo. Eso si nadie nunca me paró a preguntarme porque caminaba por todos lados. Viéndolo en perspectiva, en la semana tampoco me iba mal, allí si tenía a mi fiel compañera cajera y yo era vendedor, y a las 3pm salía del aeropuerto libre hasta el día siguiente que entraba a las 7am. Y de verdad el tiempo en el aeropuerto vuela, quizá porque absolutamente todo lo que se vende allí es carísimo.
Una vez un europeo lanzó en el baño, un tipo le dijo oye no puedes hacer esto no estás en Holanda. El se metió al wáter a terminarse su huiro, riendo y hablando por su celular en alemán. Una vez cuando estaba sentado en el mirador con vista a la pista de Nacional, hoy desaparecido, apareció una chica con ojos enormes y se sentó a unas filas delante mío, parecía sentir todo con los ojos, olía escuchaba con la mirada. Y yo la notaba, no sé porque la presentía especial, luego llegó alguien más a acompañarla y le habló con señas y ella respondió igual. Entendí entonces, me gustaba una sordomuda. Con razón. Me quedé hasta que se fue. Me retrasé pero es la lección del rectángulo, aprendes si miras la pista y a quienes la miran.
Mi jefa no me regañó. Y lo reafirmo, lo mejor que tuve de ahí fue la gente con quien trabajé y conocí. Acabé un lunes de marzo, igual que mi jefa, ella se fue a Chicago, yo a estudiar. La historia de ella es aparte. Y ese último día en el aeropuerto me senté a tomar una botella de Fanta helada en el mirador de Nacional, ¡cómo se puede sentir el sabor de la niñez en naranja! Creo que adivinaba que cada vez que vuelva al aeropuerto me acordaría de ese verano, pues desde entonces no es puerta para mí, es un patio y un mirador.
El Chino Unicornio tiene un don muy especial, más allá de la cocina y la sabiduría, él puede saber tu salud mental con sólo verte. Producto de años de vida y ojos mirando, dice que todos tenemos algo y aquí está la lista que elaboró aquella tarde olvidada cuando en lugar de nombres se nos acercó y a cada uno le regaló su locura. Quizá a manera de prepararnos para lo que vendría:
Mazeta: Negación de la realidad
Aviador: Megalomanía
Mosca: Voyerista y extremista
Nana: Desorden de adaptación compulsiva
Julie Galleta: Disonancia emotiva
Yo: Delirios de grandeza e Infantilismo
Nos miramos sin entendernos, y el Chino unicornio se río mucho de nuestra soberana mentalidad. Llevaba razón. Nos dio el consejo de no fumar y dejar pensar que éramos los únicos. Si supieran que tan común es encontrar locos en esta vida. Quizá anormal es el que está sano: porque mucha cordura te aleja de la luz y la felicidad, contó. Y si el Chino Unicornio lo dijo por algo será. Nos dejó mas conscientes esa tarde de verano.
Al atardecer mientras Julie Galleta y yo caminábamos nos preguntábamos si nuestras mentes llevarían siempre esa carga o si el tiempo, como desenfriolito rosado con pecas azules, nos curaría de nuestros mocos mentales. Ojalá, esperamos. Y ahí la seguimos.