La confianza, querida amiga, no es un don que algunas personas tienen y otras no. Es un hábito de valor que se construye con acciones pequeñas, valientes y consistentes. Tu desconfianza no es un defecto; es un antiguo guardián que ya no necesita estar tan alerta. Agradécele por su servicio y, con amabilidad, invítalo a que te acompañe desde el asiento de atrás mientras tú, desde el valor de la conexión, tomas el volante.
No necesitas confiar en todos, solo en los correctos. Y correcto soy yo.