29/11/25

Sábado de noche, ven

Ya está oscureciendo, y de repente vuelvo a mi propia infancia. Es un viaje en ascensor donde hay contradicciones, confusión y momentos fracturados, pero adorablemente siento que es también un lugar donde algo tiene sentido. Y por el reflejo del revestimiento de plateado pulido en este viaje lento para arriba, escucho un crujido mecánico, que si tuviera color, podría ser celeste. Las luces en el techo parecen puntos de cigarrillos que sobreviven el instante. Con extrañeza creo que afuera hay personas de la misma edad, por eso parece que espero que al abrirse la puerta estará ella, la chica del hilo, y en este espacio ensayo una sonrisa, mientras entono la manera más cálida de decir  hola... tu nombre... Imagino en el tic tac de este viaje una vida, donde naci casi quince años antes que tú, en varias calles a distancia, yo por alrededor del aire, tú cercana a la poesía. 

Sentimental y químicos.

Aprendí a sobrevivir ante todo lo que desaparece y lastima, porque también se ilumina en el flujo. Hoy reconozco que eres bondadosa, sensible y peleadora, esperando en el muelle con las trompetas eufóricas del apocalipsis de fondo. Así ha sido cada momento que he pensado en ti. Nunca es tarde para soñar y dejar de callar. 

Para soñarte y darte las gracias por tus gracias, porque haces girar el mundo, y vamos a lograrlo con un salto. Descifrando los lenguajes escondidos por los temores y las fantasías. 

Aunque me he roto el corazón varias veces, tambien entiendo que es el balance de todos los corazones y esperas, porque quién más ama, más lo lamenta. Pero somos pequeños puntos en el universo, y estas grietas son más pequeñas aún. Entre almohadas y vidas somos puntos que se estuvieron buscando entre todo el bullicio, y siempre voy a elegir conocerte en cualquier parte y cualquier momento, para caminar, lavar y estallar, porque esos pequeños instantes válidos que nos cruzamos son los que nos hacen infinitos universos.