Eres la compañía bienvenida.
Hablarte, pero no despedirte, al menos no con las palabras que usamos rutinariamente. Pues cuando pude tener un refugio, es ideal pensar que fue nuestro silencio, o lo que la fe enseña que es sagrado e inmortal sin usar esas palabras. Ajenos a cualquier espera, gozamos de un ritmo sosegado, como el mar que araña la arena si escuchas con atención como voltea la página de un libro viejo, sin burbujas, sin humedad. Solo el sonido que huele a un lugar que no conocimos.
Sí, pintamos un muro de papel, un piso de tablero y pegamos páginas de espejos. No fue así realmente, no fue más que lugar rutinario que imaginamos mucho mejor y más colorido, porque éramos creativos, éramos conscientes.
Hubo una esencia,
Hubo la compañía debida.
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