Hay algo neutro en una aseveración simple como es lo mejor película que HE visto. De repente, así se evitan los juicios y el complejo universalista. Y con decir HE VISTO, ya nadie te juzgará ni pensará en tu ego hinchado. Pero, no hay necesidad de aquello. No hay nada neutro en tus valores, ni en tus sueños, ni en tus esperanzas cuando sientes algo tan profundo por una película, que es casi como amor. Si lo analizamos, lo que ha sucedido es una ráfaga de sinapsis que despiertan la danza nebulosa de tu conciencia y tus emociones para hacerte sentir. Y si te das cuenta, estas pasando de aquello inenarrable a lo físico, de las partículas desconocidas del alma a los átomos que conforman tu materia. Tú crees que esa transformación merece algo de humildad o de disculpa anticipada. Es tan extraño encontrar eso: llegar a amar algo sin vida, algo que es tan irreal que cientos de personas se esforzaron por semanas y meses para que no lo pareciera, y hubieran tomas y retomas, y criterios tan arbitrios como la decisión del director y el editor para crear una hora y media de contemplación.
Y solo aquella obra sintoniza contigo porque al parecer, tú y aquella, están hechos de las mismas partículas de azar e irrealidad.
Entonces solo ante ese misterio queda decir, sí por DIOS, es la mejor película de la existencia. Porque cayó en ti con toda la subjetividad posible y solo tú puedes llenar el vacío de su forma cinematográfica adecuadamente. Solo tú. Y tras de esto no hay mas misterios ni humildad.
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