En Quilca nació el Mosca y todos los que por aquí pululan
Quilca en los 90, antes de internet y la universidad, era el lugar para hinchar mi curiosidad. Ahí compré libros entrañables y me hice casero de libreros devotos por los libros.
Confieso que un par de veces fantaseé que cuando me muriera quien me quisiera esparciera caleta, ahí, parte de mis cenizas; como quien a sus pasos riega el piso con polvito de alguien que disfrutó mucho buscando el tiempo perdido en sus pasillos.
Dicen que lo cierran para transformarlo en un centro comercial. ¡Qué originales! Ahora, los chibolos solo escucharán por historias de viejos de este mítico lugar que vendió ropa emo, libros de arte y literatura danesa.
Pero una ciudad como Lima no merecía un Boulevard Quilca; el hecho que desaparezca demuestra que fue un lapsus del destino, tan igual como ese que puso el Dorado en el Amazonas y luego lo desapareció.
¡Gracias Boulevard Quilca por tu tiempo, nos veremos en el cielo de las maravillas imaginadas por el hombre!
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