Los que son altos ministros de Dios en la tierra, los que hablan con Dios, los que llevan su palabra, los que han estudiado sus libros, los que lo interpretan verdaderamente; son los mismos que explotan bombas en trenes, son también quienes condenan en sus sermones a mujeres que no quieren tener hijos. Son además quienes miran a mujeres y niños como inferiores, y de ser posible los condenan a privaciones para sentirse grandes.
Son los mismos que participaron en matanzas a inocentes mirando para otro lado, también son los mismos que violan a niños o niñas porque la castidad es su privilegio.
También son ellos los que tienen altares de oro y joyas en pueblos sumergidos de pobreza extrema. Y en distritos de bonanza neoliberal también.
Han sido partícipes directamente en dictaduras militares o civiles, también han manejado programas eclesiásticos para que entiendas que la explotación económica que sufres es causada por negarte al amor de Dios, y lo malo en la vida es obra del Demonio por culpa tuya al dejarlo estar en ti. También son los mismos que brindan y comen con ese 10% de la población mundial adulta que acumula el 85 % de la riqueza global.
Y como deben igualar a sus pares, son los que te piden diezmos, aportes, óbolos y que el estado financie su culto con tus impuestos.
Son los mismos que no enseñan ciencias, ni filosofía, ni pensamiento crítico cuando les toca enseñar, simplemente te hablan del bien y mal absolutos y que tendrás una entrada al paraíso si condenas a los blasfemos, te cortas el pelo, usas faldas largas, mantienes las piernas cerradas y no consumes drogas. (Pero sí puedes ver TV, en especial sus prédicas)
Han sido los mismos que declaran guerras santas, normales y demoniacas incluso, porque la sangre derramada es el precio de su particular visión de la verdad.
Y cuando les preguntas te dirán que la libertad está en escucharlos, que la solidaridad al prójimo es su misión, que la hermandad y el amor salvarán al mundo sólo sí cumples lo que te piden. Agrandando así la certeza de que la humanidad se ensucia bastante cuando llena de supersticiones la divinidad.
Como dicen, tal vez algún día Dios se canse de tanta pendejada en su nombre.
Ese día será su resurrección.
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