Tomamos en este momento de nacimiento de la primavera, una transición, y puedo pensar ¿si acaso hay futuro? Varios han muerto en estos meses, porque además se extienden los modos oscuros de las dedicatorias, que solo refrescan la brevedad de la vida. Y las fotografías no tienen respiración, por mas pálpitos que hayan producido.
Pero cuál es natural peso de una época como la del Covid-19, la respuesta es directa y sin ilusiones: transformación. Yo realmente he sido un niño muchos más años luego de mi juventud, y puedo pensar que el proceso de volverse hombre es un camino para entender el respeto y los límites; míos y hacia otros. Y soy estúpido y yerro. Y aunque involuciono en una galaxia de estrellas, que mejor pastilla que sí, no tener la última palabra, ni justificar, solo ofrecer un simple perdón.
Siendo yo, teniendo el control y conociendo que la responsabilidad es un trabajo exponencial. Porque la responsabilidad es una energía que genera vínculos de generación, creación y evolución.
De qué me hago responsable. De todo lo que he hecho, pensado y sentido. Y aunque no existe control de emociones y pensamientos, es muy cierto que lo que más importa son las acciones. Y respondo con todas mis habilidades por mi actuar, y aunque no he ido terapia, si reconozco que quién fui antes, ya no está en el mismo salón de hoy. A través de luz, lágrimas, paredes y tormentas. He crecido mi credo.
Entonces, comisarios de mis culpas y remordimientos, sí he sido culpable de actos que hoy no me representan. Y aquello pasado aunque me produce miedo, es más un ego como armadura en la oscuridad. Y con viento y calor, lluvias y sol de reyes y reinas; creo que también es natural soltar el miedo de que el pasado te caza. Solo queda respirar cuando acudan mis miedos. Y gritar, cantar y sonreír.
Fallé y perdí gente importante. Pero, es imposible tener a mi lado a toda la gente valiosa que me tocó conocer. Fue un presente, que como regalo en nuestras vidas se permite un espacio de alejamiento, porque las espaldas y los corazones de todos tienen espacios limitados para retener más allá del tiempo señalado por Dios. Recuerdo en este punto la enseñanza, Dios sabe lo mejor.
Aprendí entonces que la vida no funciona como un camino de acumular solo lo bello y especial; también el proceso vital es soltar, las manos que tuviste junto a épocas, y con esto pierdes miedos y suciedad. La mayoría personas valiosas en mi vida fueron un breve acompañamiento, y hay un cuantioso número que nunca conoceré. Transformación del verano al invierno, y del invierno al verano en un ciclo continuado. Y al final, solo muy pocos, alguien de la familia o una u otro amigo, persistirán. Eso va bien. Perder para sostener aquello que debe permanecer.
Necesito esperanzas. Y seguir ordenándome día tras noche, que debo creer. La llamada a la magia y al reino del dominio personal.
Mosca, Aviador, Nana, Ada, Silvia, Julie, Sobri, Curro, Mazeta, Ponyo; también son magia, son parte del juego. Gracias.
Perdón, si me lees y te herí y perdí. Era parte de mi proceso de inmadurez con yerros, y en sumas y restas no merecía quedarme, tú tampoco porque hay un camino.
Seguiré, continúo. Como una radio universal, continúa la música y la creación. Punto seguido.
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Sé que este diario, o textario, que ha sumado muchos agostos desde su nacimiento, es posible que un día llega a un fin. Mientras llegue ese día del fin del mundo donde ya no se renueve más; por lo menos en cada mes tendrá un espacio para el vaivén de nuestras comidas, de nuestras posesiones, de nuestras comunicaciones binarias. Porque pulmones, corazones, riñones, intestinos y más sistemas orgánicos, no ha llegado la hora de que nos decepcionemos. Quedan verbos, sigo por acá.
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