escucho en este paso del viento que llega, el canto de los pájaros, y en su trino puedo adivinar que se alegran de que no haya tantos humanos por ahí y por allá.
Bajo estas frazadas y una sábana estiro mis pies sin medias, frío y largos con firmeza recorren el espacio de su libertad con mucha exuberancia.
Te das cuenta que tus pies sonríen porque no paran de mover los dedos y se desplazan en la prisión oscura de tu cama con mucha soltura.
En diagonal, recogidos, estirados, ángulo recto, tengo la panza hidratada de jugos de naranja, y por el sabor cítrico de mis labios me place el domingo.
Liviano este momento, bendito el rato a solas oyendo pájaros felices de no ver humanos.
Los entiendo. Los acompaño moviendo mis pies bajo dos frazadas sin ninguna otra dirección que sentir, una vez más, el ahorita.
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