Rosa, luz de plateada de Cajamarca. Al calor de tus
manos y tu sonrisa, recuerdo tu dulce halito preparando el fogón para un plato
bajo la lluvia serrana de agosto. El caliente sabor de un huevo frito sobre
arroz, el mayor plato de tal tipo que jamás me hicieron y que ya no pruebo, ya por decisión pero también por respeto a tu recuerdo.
Rosa, tus ojos negros, tus chatos zapatos negros, tu
cabello cenizo entre negras vetas de belleza. Fuiste bella de joven, bella de
mujer, hermosa de mayor. No recuerdo, ni nadie recuerda de ti nada más que la
protección y el amor intenso de una mujer por su familia. El cariño y la fuerza
de estar sola por largo tiempo, cuidando de tus tierras y amando sus vacas
lecheras. Es innegable que recibir por décadas tus envíos de queso mantecoso,
serán por siempre un noble recuerdo de mi vida. Qué dulce sabor que hacían tus
manos, que gran regalo que llevaba mi nombre al llegar a casa, tras el colegio,
la universidad o el trabajo.
Rosa, brillo verde de El Prado. Recuerdo tus historias,
tus arrugas y tu delgado cuerpo caminando despacio entre la tierra y el cielo
despejado; de esa bravura de monte y árboles, entre ríos sonando frescos y
piedras milenarias que subían de la entraña del mundo. Aquel que fue tu hogar,
que fue hogar de mi papá. Donde
cuidaste de mi papá de niño cuando enfermó, que le dabas leche y sopa verde al
desayuno de grande, y que décadas luego me acogiste a mí en tu compañía, tras
ser viuda.
Rosa, durante 19 años sobreviste a mi abuelo. Eras una flor con brillante nombre rojo. Tal un tallo sin espinas, un pétalo
del prado, un olor como poesía. Piedra y amor importante para mi papá y por
extensión también para mí. La mujer
centenaria que concibió al clan del cual formo parte. La mujer que sonreía al
verme tan grande y con cabellos despeinados.
Rosa hoy ya descansas y debes estar yendo a otro
viaje, en otra historia para ti, mi preciosa abuela. Que sea una bonita nueva
historia, con nuevos renglones para tu alma y que tengas una feliz nueva vida. Con
el tiempo comprenderé realmente la gran carga de tu existencia y el impacto de
tu lejanía. Llevo en mí una extensión de tu sangre, el dibujo de tu
sonrisa y el nombre de tu esposo. Te quiero, te rezo y te extrañaré abuela mía.
Tuyo, por ti.
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