Nadie sabe a dónde van nuestros secretos
puedes intentar saberlo pero el camino es largo, porque son vastas las cosas que pudieron hacerse distintas
o decirse… ni siquiera mejor, sólo decirse.
Algunos antes que nosotros han creído que los secretos se hacen como volutas de humo sobre el pelo negro, o que se pueden enterrar dentro de la corteza de un árbol frondoso y casi, casi eterno.
Pero, la ruta y el verdadero peso de los secretos es que nadie sabe donde paran, definitivamente no en los labios, ni en las yemas de los dedos. Si alguna vez se los busca para despejarlos ya se han escabullido lejos.
No son leales a pesar que nacieron en nosotros, y es por su origen tan censurable que permanecen distantes a nuestros deseos de liberarlos para alivio personal. No, ellos saben que deben estar ocultos para ser lo que son con nosotros, con los misterios, con los silencios. Y caminan sin decírnoslo
Gracias a ellos, nunca podremos ser tan transparentes como gotas de agua. Y está bien.
Por desgracia a ellos, hay secretos que al vagabundear se topan con uno, pero uno debe callarse y hacerse la idea de hacer un secreto que el secreto ya no lo es.
Ese es un camino incierto.
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