3/7/10
Lluvia Ácida
Yendo en auto cómodo sobre una trocha, con música criolla sonando en estéreo, la luz de la tarde parecía querer preparar el paisaje como para que un chico sueñe con un deseo. Piensa aquello se decía, persigue tu deseo en el insondable y potente atardecer, con las nubes y la luz solar cayendo al oeste. Bajo un lienzo de serranía, donde los picos eran pintados o de sombra o de amarillento, lo mejor de aquel traqueteo de llantas sobre el sendero, era que a estrechos centímetros del auto había un precipicio que limitaba, y allá abajo se encontraba un verde paisaje, con nombres tan pegadizos como cerro colorado o río seco. Un paseo suave para añorar, mientras salía de Cieneguilla.
Entonces, en un corte tan subrepticio como oscuro, la luz del atardecer empezó a tener un contrincante, que igual de insondable tenía la forma de neblina contaminada, llena de motas oscuras como poros dentro del aire. Su propósito no fue otro que dibujar una línea en el horizonte y cada vez ir poseyendo más del espacio. Mientras el auto se acercaba a sus dominios, el atardecer brioso fue entonces cada vez más arriba y escaso, hasta que, trata de imaginar un sonido estrepitoso cuando todo el aire sea chupado para siempre por un agujero de papel, y así fue como la neblina oscura tapó todo alrededor. Y fueron oscuros los cerros, el camino, los árboles, el río seco, las casas y los cantos de piedras. Era la bienvenida a Lima, que parece ostentar su forma para preparar el paisaje donde se persiguen los deseos. El aire frío despeinó al chico, y este gesto apacible dentro de la oscuridad diurna, tenía su gracia, tenía su sabor. Era invierno, claro está, así la luz artificial fue a la par con este túnel vasto, que tapaba lo que estuvo minutos atrás. La huida del día, ese estado frontera donde el sol y la noche empiezan a tamizarse, puso a dormitar al chico al ritmo del aire frío que también apagó el disco de criollada. Ahí fue que con los ojos cerrados, él escuchó muy fuerte la suave nota de un teclado, dijo una interjección, uhm, y se sobresaltó al unísono. Todo era por una canción hermosa que decía …..ando.
Oh, la canción
¿El deseo había arribado?
Por tanto la neblina de esmog de Lima tuvo sentimientos, y fue mejor que cualquier paisaje de ensueño.
Alguna vez dije que una imagen vale una palabra. Sólo una. Y por ello es tan difícil de conseguir y cuando te haces con ella, se compara con ganar una copa universal. O, también, con ser grande en una tierra de gigantes.
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