5/7/10
la tregua de Suchiko
Cierta ocasión Suchiko leyó una definición de intimar que decía lo siguiente: Intimar.- introducirse un cuerpo entre los poros o huecos de otro.
Se quedó más oriental de lo que es y lo que le entró fue el pavor a intimar. De ahí se explica su gran ceguera ante el género opuesto. Pasó la pubertad y se hizo lo que es, una defensora de las víctimas de demonios de peluche.
Quien propició este estado fue Robocop, un ladrón sin metas, pequeño onanista que no atinaba siquiera a ser muy malo porque hasta para aquello le faltaba talento. Entre varias golpizas surgió para ambos cierta familiaridad, como quien no quiere la cosa, se podría decir que se hicieron conocidos desde sus respectivas posiciones frente al bien y el mal.
De ahí fue que Suchiko recibió una invitación.
Suchiko es una mujer, en consecuencia, ella muy decente necesita escuchar, aunque sepa que es mentira, que si pasara un rato a la guarida de Robocop será sólo por cinco minutos. Qué nada más que conversar sucederá. Esto le da la seguridad de que ha sido casi obligada a entrar a un cuarto pequeño y amoblado apenas con una cama, un velador y un rollo de ph. El arte de Suchiko es, por tanto, hacerse la cojuda frente a segundas intenciones y el de Robocop tenerlas.
Diez minutos después Robocop le sirvió un vaso de cerveza. La retó en un juego de seco y volteado para pasar al segundo vaso. Y pasó. Tras haber tenido el equivalente siete "5 minutos" en este lugar, Robocop urdió el siguiente plan, el trabalenguas emocional, que consiste en tejer cursilerías con algunas de las siguientes palabras: tierno, cerca, hermosa, reina, pálpito, me hago, me siento, confianza, magia, belleza, corazón, contigo, luna, profundo, sentimiento, eterno, nunca antes, sincero, por siempre.
Es decir, mezclas esas palabras aleatoriamente para formar oraciones del tipo.
-te soy sincero, cuando veo tus ojos creo que el bien es mi camino.
-me das mucha confianza y creo que sólo me hago el malo para estar contigo.
-nunca antes sentí un pálpito tan fuerte con alguien.
etc.
Suchiko, pequeña y oriental, con poco manejo de sí debido al nivel de alcohol en la sangre, se reía de todo lo que le decía Robocop. Es decir, estaba pérdida dentro del laberinto verbal de aquel malandro. Del verbo que es acción, no faltaron unos centímetros para que Robocop de tocarle las rodillas pasara a masajearle las encías. Ella ni entendía ni sabía, porque hay que ser honestos, para la experiencia social de Suchiko aquella experiencia fue una sorpresa. El problema radicó en que a pesar del nulo pudor que ya pudiera tener entonces, Robocop no contó con la definición que Suchiko leyó de niña, y fue muy torpe al pensar ya podía entrar con todo y este fue el motor que condujo justamente su mano izquierda debajo del polo se Suchiko, con intención...
a) de ir para a la parte posterior del sostén y desabrocharlo
b) de ir al espacio vacío que se armaba entre el jean de Suchiko y su baja espalda, para tentar a estirar más el elástico de su calzón.
Nunca sabremos cuál era finalmente la certera dirección de sus manos, porque apenas levantó el polo de Suchiko, ella reaccionó con una llave de jiujitsu que le contracturó el codo, la ingle y la tetilla izquierda a Robocop. No sólo eso, por biomecánica, luego de esa llave Suchiko, levantó la mano derecha en firme guillotina y tiro fuerte al abdomen de él, dejándole una onda inmensa en los músculos, que le quitó el aire y le produjo taquicardia por dos horas. Ante tanta voltereta, Suchiko se mareó tan fuerte que vomitó sobre el cuerpo, ya de por sí maltrecho de Robocop.
Bañado en lúpulos fermentados, nuestro infortunado ladrón arrecho, sólo dijo ay. Y Suchiko se quedó medio adormilada, sobre la cama de él.
Luego de una hora sintiendo los quejidos de su enemigo, como un tenue chirrido, ella se reincorporó y recordando apenas que hacía ahí se fue. Robocop, la vio irse, perdedor como él sólo, tendido sobre su piso y con apenas un halito de fuerza para decir ayuda. Ella no lo escuchó, le dolía la cabeza y quería irse a su suave cama en la rica Victoria.
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