12/10/13

Vacaciones de Fiestas Patrias

El primer día de primero de secundaria fue inabarcable como ningún otro,
el segundo día empecé a contar el resto de días que faltaban para Diciembre.
Doscientos y algo fue la suma que garabateé en mi cuaderno roto.
De lunes a viernes, descontado feriados, actuaciones y la semana del colegio.
Ese oscuro afán matemático se originó en mi ego y la risa de chicos antiguos.
Porque alumno antiguo dada un deber frente a mí por novato.
Las motas de tiza, los apodos refulgentes, los chinches que sangran espaldas,
Las camisas jaloneadas, los pollos de boca, los apanados  que amoratan
Las patadas en el culo, los lapos en la cabeza, las pingas pintadas en el pupitre
fueron el absurdo cretino de esta lección.
El lugar en la esquina donde estuve sentado,
tenía un olor fuerte a lechada y una victoria al futuro:
rencor a los débiles.
Una equitativa venganza para agazapar la vergüenza.
Lo mejor de aquel año fue  a fines de Julio, 
azaroso en una salida a la una de la tarde con garua del cielo,
un anciano estrelló su Volvo contra un poste,
con el fuerte sonido de las ambulancias mojadas perdiéndose atrás,
fui  muy feliz a su casa por terminar los exámenes bimestrales,
en dos semanas no volvería y sólo un ciento de días restaba,
justo cuando un viejo rico quizá ya había muerto.

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