En las páginas de Historia Peruana hay un nombre, una foto y una portada.
Era José que posaba erguido y ducal.
De crespos negros tumbó con determinación una religión maltratada,
en su lucha republicana por darle fe a un Dios sensato.
Le dijo su verdad al Cardenal y él lo exbautizó, excomulgó y exconfirmó.
Se hizo entonces un fugitivo hereje, indigno espíritu al empíreo.
Durmiendo en las sombras se hizo llamar tronador.
Ni siquiera su mamá creyó en la justicia de su causa de seamos libres al sol.
Cuando el cielo tuvo luna llena, y esos haces sobre la tierra pintaban sendas
un gran general publica que pronto José tronador caerá.
Un enviado papal había dado con la solución:
todos los días, todas las noches, la gente sería requisada en casa
cada maletera de cada auto era apuntada y olfateada,
cada cartera revisada, cada bolsillo tocado y cada llamada escuchada.
José tronador se supo derrotado bajo el cielo y el frío mar.
Se entregó cuando ya era odiado por todos.
Ahí su gran enemigo sonrió, confiado de la providencia, seguro del futuro del Perú,
Cuando iba a su cama, sonrío y tocó en la cabeza a un pequeño acólito,
le dijo ven pequeño vamos a celebrar como Dios manda.
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