Deseo vehemente de algo, por el algo es una posición donde mis pensamientos se cumplen, opero como el Dios de un lenguaje pueril que se materializa en imágenes. Ordeno, con autoridad los sentimientos y emociones de marionetas. Al son de mis necesidades básicas, para darme consuelo y compañía.
¿Esta ha sido una mala idea?
Y me sumerjo en este mundo, donde no hay sangre, ni músculos pero si efluvios de irrealidad actuada a mis sueños.
Cariño, que lindo es ver el mundo a tus pies erigido a tu honra.
Es para perderse, horas, minutos.
En donde las acciones de otros son llevadas a mi voluntad y causen un efecto extra.
Pero, ¿cuál es el efecto?
En sencillo, el combustible de esta llama es generar aprobación y cariño. Ficticia, añorada, escurridiza.
Frente a este universo, que queda crear: pues nada. Ya que solo es una febril imaginación que llena de azúcar las grietas de la realidad real, donde hay caos y albedrío. Y solo soy uno, entre varios.
Busco el control. Cierro los ojos. Me vuelvo la última vez.
Qué amas.
Qué gustas.
¿Cómo cuestan decir esas palabras?
Me he dado cuenta, que el temor de estas palabras se corresponde a una fuerza para estos mundos en combustión, donde pasa lo que espero, para producir cariño.
La búsqueda final es cariño, valoración y aprobación. Cómo puede medirse el interés hacia mí, pues he construido escalas. Igual de fantasiosas y quiméricas.
Ahora, que veo el juego. Creo que la necesidad de explotar el campo, de quemar el llano para ser libre con más realidad y menos control; puede estar en mis planes.
Como escapar de estas fantasías de cristal, y proponerme un lenguaje dentro de la realidad. Todo, para ser gasolina en esta vida. Ser combustión de mis metas.
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