21/12/09

Sobrima

Sobrima es la profesional. Lentes redondos, boina trujillana y un canuto de chocolate a media tarde.
Sólo escribe con portaminas pentel 0.3 o lapiceros Lucas N°5. Nunca con teclado.

No hay nadie más portentosa que ella, terror gamulán de los pasillos en cualquier academia de fines de los noventas, nadie le ganaba, nadie le ganaría.
Recitaba con comas cada definición de diccionario y hasta concluía si era acertada, desde el punto de vista semántico, lógico y filosófico. Pero no sólo criticaba, lo que más amaba del mundo era la literatura romántica. Por ejemplo un día leyó Corazón, e hizo un estudio de ocho volúmenes acotando cada giro, paráfrasis e intención de esa novela juvenil. Y le salió tan bonito y profundo que hasta hicieron una película de su ensayo.

Tú crees que la Hildebrandt o el Marco Aurelio son basuras. ¡Oh Sobrima bailaba en endecasílabos con la inteligencia verbal de ambos juntos! Nunca le hicieron estudio de su inteligencia, pero ella podía hacer de la tuya un juicio categórico con la primera palabra que le decías. Según su juicio soy un infantilista con inteligencia moderada baja.
Si eras escritor, bastaba leer la primera línea de tu arte y ella concluía con certeza providencial sí tenías futuro o no. Nunca se ha equivocado hasta lo que sé. Si Sobrima llega a la segunda línea, ten por seguro que estas camino al Nobel. Y si osabas retarla, ella se regodeaba en verte sufrir entre galimatías y retrueques imposibilísimos: tu lengua entraba en apoplejía, tu garganta sufría epilepsia, y el ligamento carpiano de tu mano junto con tus dedos iban de paseo al infierno... mientras ella proseguía dándote la espalda diciendo "chau, chau, equistome apocospático". Sólo Hades y ella saben que significa ese epíteto.

El día que la conocí fue un día importante para la lengua, porque justo ese día tras mucha elucubración, halló el futuro pluscuamperfecto condicional del verbo revenir. Lo escribió frente a mis propios ojos en la última hoja de su cuaderno Jean Book. Y a los días la noticia llegó a la RAE, hubo irritación, mudez y baraúnda por tamaña intrusión. ¡Cómo una jovencita de 18, hurgaba entre las conjunciones prohibidas desde la gramática de Nebrija!
Se limpio la mugre de las uñas con lo que le dijeron.

Sí, me gustaba andar a su sombra, pensaba que algo de su genialidad podía chorrearme, pero nada, nunca pasó. Ingresó a la universidad, como era de esperar, sobresaliente y con beca, pero antes de que pasará esto tuvo sólo un revés falaz, y con la persona más idiota de todas. Dos semanas después de conocerla, conoció al Mosca y él le mostró su natural estupidez.
El diálogo no lo presencié pero por lo que he podido reconstruir fue el siguiente:

Sobrima: eres muy tonto para tu edad.
Mosca: ¡y qué! Tú eres muy inteligente cómo para presentarte a mi mamá.
Sobrima: que ridículo; con complejo de Edipo, además.
Mosca: cuál crees que sea la palabra más bonita del mundo
Sobrima: no lo podría asegurar, el gusto es algo...
Mosca: bah, sabes tanto pero desconocer algo tan básico, la verdad en vez de hablar contigo, mejor leo un diccionario.

Sobrima se quedó callada. Como nunca, sólo empujó al Mosca en su salida, por días no dijo nada. La siguiente vez que vio al Mosca le sonrió. Él se limpiaba en su pantalón, los mocos que se había sacado de la nariz.

1 comentario:

Emmadmax dijo...

Me gustó muchísimo, es como si hubbieras dado un comunicado a la prensa de que lamentas de todo corazón haberme destronado- del Reino del Verbo a fines de milenio. Te comento que ahora la sobrina, que no es la sobrima, solo escribe en cuadernos Standford o Torre. Hay que estar a la vanguardia de lo último en librería.