28/11/20

Cuando crezca

Bajo el curso del día 333 del año 2020, en la víspera del día 334. En una pequeña sala, donde los rayos del sol empapan locuras y soledad, una pregunta brota con mucho sentido: ¿es la vida justa? Los ecos tras la ventanas, viajando entre las cimas de cerros y montañas, parecen que oraran el mantra:

No, la vida es karma
la vida es karma.
la vida es karma.

y de pronto ante la luz fija de las pupilas de un canis lupus, todo es un inanimado gesto.

Y si resulta que he estado equivocado, me es difícil conquistar la honda certeza que me he movido entre cielo y mar, empujando una dicotomía de blanco y negro, donde el mundo que nos toca presente, solo se regía por la justicia.

Pero tal vez, quizá,
Si la vida y nuestro mundo son karma; entonces lo que nos toca son privilegios, trampas, suerte y reacciones inmerecidas. Simplemente sucede, porque pasa entre la entropía, el sufrir y sonreír.
Quizá,
que el ritmo de mi corazón haya aumentado por encima de 110-120 estos últimos meses, hable de que me consumo la vida más rápido.
Quizá,
el que hoy se haya roto sin explicación por la mitad mi vaso favorito, toque el extraño sino donde una corriente troque la fuerza eléctrica de mi ser.
Quizá,
la sutura de mis pensamientos y mis palabras de aliento y soporte a otras, sean un grito de respiro para creer que no estoy ciego, porque no viviré por siempre, y por lo menos debo dejar huella para que me extrañen.
Quizá,
como me enseñaron debo cultivar la humildad de que ni estoy en lo cierto y debo ser un testigo inexperimentado. Poco sé, poco he logrado, poco pasará. Y todo lo que debo ser se contiene en la breve extensión de un suave murmullo.

Un milagro ocurre cada pálpito y cada palabra.

La vida se gana, la vida se pierde; y no hay justicia. El mundo es nuevo cada mañana, porque solo tenemos presente y los emociones y acciones que hagamos le darán el color que caiga.

Termino entonces de cerrar la cortina, la luz de la noche inunda. Y pienso en el eclipse, la salvación de la música y el suave manto de una ducha en agua. Mi última ducha de 38. Gran salud, genio y milagros.

14/11/20

La mano lucha

 Una de las cosas más graves que nos han inoculado es el "no querer defenderse" porque hay que aceptar los hechos consumados. 

Ante la injusticia y el abuso, muchos discursos que proponen "la calma" parecen que pidieran dejarnos agredir y abusar hasta el infinito; sin oponer la mínima resistencia e incluso suplicando más autoritarismo. La historia enseña que siempre se puede hacer algo para defenderse ante la injusticia. Siempre.