29/5/10

Viva el vhs


El CazaVHS empezó su historia en polvos azules en los años donde quedaba encima del río Rímac, caminaba de uniforme colegial por los pasillos estrechos, que daban faz de feria ilegal mas que de centro comercial con pisos de porcelanato. La suerte era un cassette entonces, negro con bobinas de cinta negra, donde hallabas capítulos en portugués de Saint Seya. Su principal objetivo, no obstante, era la pornografía pues se pagaba bien por ella. Sobre todo en un colegio al otro lado de la ciudad, en Monterrico. Allá en tiempos de recreo, traficaba con lo que encontraba, mucho antes que la piratería se volvería tan banal como un click, te ofrecía un extenso catalogo sacado de su mochila para deleite de toda la perversión adolescente.

Lo conoci ahí, y fui su cliente, además de compañero de carpeta. No ha habido nadie que ame más el cine que el CazaVHS. Reverenciaba los clásicos mudos. Amaba los westerns. Se sabía las de la nueva ola, francesa y austriaca. Los expresionistas alemanes y daneses eran su deleite. Entendía a los formalisos rusos y te contaba sobre la animación checa. Y hasta sabía de cine peruano clásico, hoy olvidado.

Cuando cumplio 18 se fue de su casa, la verdad, siempre estuvo fuera, entre polvos, los pasillos del colegio y las casas de sus clientes donde armaba festivales, de porno al inicio, pero cuando le agarrabas cariño te soltaba alguna de Agnes Varda o Buñuel o Dario Argento.
Era un gran tipo, si aprecio el porno amateur es gracias a que me regaló Cracovia Gang Bang 16, según él, el mejor producto de los ochentas. Era un loquerío, un hechizo de gimnasia y mucha resistencia; vaya como sudaban esas chicas. Hasta la última gota de dermis quedaba erizada en esas entregas. La piel nunca fue frontera tan fuerte del deseo.

Hoy, me escribe muy rara vez, pero siempre mandandome la foto de algún oculto festival en una ignota ciudad del mundo. De su viaje por el mundo, lo que supo fue que hay más gente como él, así nunca estará solo, y vivirá siempre feliz, como el final de cualquier película de la época de oro.

A 18 se fue a hacer cine, pero el cine de verdad que buscaba, con cámaras VHS, porque amaba esas cintas, le gustaba que fueran negras, y que a la luz no se viera nada. No como el negativo fílmico, que tristemente cuando expones a contraluz el revelado, notas que todo son fotos, una tras de otra, y le quita toda la magia. El VHS era súblime en oposición, no podrías discernir más que un continuo invisible negro platuzco, donde estaba todo y sólo en la oscuridad de la caja de cabezales se develeba el misterio.

Creo en el analógico
sujeta siempre a la imagen desfasada
y descolorida en los bordes.
Creo en la degeneración de las copias
y que no haya copias exactas por miles en bits
Creo en las motas blancas sobre el carrete,
que son hongos, todo un reino biológico dentro del arte
de todos, un gran honor.
Creo en el tracking, los cabezales sucios e inclinados
y las cintas que pueden romperse en cualquier momento
como una apuesta eterna a lo indeseable.
Creo en el video
Viva por siempre el VHS

Este era su credo.
Los VCR eran úteros plácidos, que irían a abrigar cintas rectangulares, que si no las cuidabas se llenaban de hongos. Como la vida misma. Si hay connotación genital en ver una cinta dentro de un VCR, pues nadie antes que él, lo notó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tio, definitivo, no lo cambio por el DVD, dicho sea de paso, con el cual es tan dificil encontrar la escena buscada, pero por encima de este y de todo prefiero la gran pantalla, pero asi es la tecnología ...un cazador que busca incesantemente mejores formas, mejor perfomance, y deshecha lo añejo. Un inconformista eterno al servicio del capitolio.