5/6/21

Calcada calcetía

El calor humano tiene muchas capas, la primera está en el cauce de la sangre, luego vienen los vasos, sobre ellos el músculo, por encima la epidermis, los vellos y finalmente el capullo de nuestro planeta. En la bomba circadiana sobre la que construimos nuestra experiencia, el calor es una base desconocida.

Se dice que mientras más rápido vayan nuestras moléculas, más elevado es el ritmo y las posibilidades del entendimiento. Procedimentalmente salimos del movimiento de nuestros elementos mayores: carbono, oxígeno, nitrógeno, hidrógeno, fósforo, calcio y muchos más minoritarios como potasio, azufre, sodio, cloro, magnesio y hierro. Y varios más. Y de estos movimiento es el horno para que la pasión se exhale y la brisa de otoño se inhale. Nuestra sangre no tiene fiebre, nuestro pulso discurre en un cómodo treintaisiete centígrado. Curioso que SEIS grados sean la corta línea que nos separa de la extinción. Se dice, también, que ningún humano puede sobrevivir una temperatura corporal de cuarentaitres grados.

Seis grados para vivir en el tiempo y el espacio del multiverso, en un solo amor y una deidad compasiva. Somos religión en la política y economía en nuestra psicología. Bajo los compases de la moral y el lenguaje. Como milagros para ser vistos y tocados. Sueños prontos en el océano.

Cambiamos del calor en el curso de nuestros movimientos. A merced de las emociones y esas presunciones que hacemos en pensamientos del pasado como miedos y del futuro como ansiedad. Acaso, ¿no cansa este expectación? Creemos como procesos. Hablamos en acciones.

Y el calor, tarde y temprano, nos entrecoge. Cuando vemos que el chasquido de la libertad, que creemos conquistada, solo es una esfera de jabón, pompa ligera que vuela para desaparecer.

Al calor de despertar también me dijeron hoy, que cuando pasa algo malo solo quedan tres caminos: te define, te destruye o te endurece. Parecía una sofoco medio apocalíptico. Pero entiendo el punto, muy pronto está la posibilidad de que una criminal heredera de papá nos gobierne, y muchos le entreguen ese poder quizá más por racismo y clasismo, que otra condición del materialismo histórico. Yo tengo fe que eso no pasará, pero también tengo la fe de que eso no debe percudirme ni enfriarme. A final de domingo, soy una millonésima parte. Y la mayoría dará poder.

Veo la luz brillante del sol, siento el calor del sol, siento el calor de mi corazón, y proclamo que las cosas malas tienen un final. Si lo peor pasa, es echarme a andar en medio de un país en deshonor y roto en discriminación.

Hay muchas capas para el calor, también para el honor. Naturalmente, ser fuerte y definirme, es la mejor forma de honrar a quienes me precedieron. Con fe, tras los muros, no asesinarán mi ilusión. Al revés, tendrá más calor y brillo de sol.

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