28/2/10

Lesley veterinaria

Una mañana, cerca de las 9 precisamente, el Mosca llegó al zoológico de Huachipa. Su arribo, y razones sólo él las sabe. En ese minuto, cerca de la puerta se cruzó con una chica de cabello oscuro, y delgada como cañita sobre la fanta. No sabemos a qué extraño puente acudió, pero el Mosca la miró, ella también y entre ambos se saludaron, como desconocidos que eran, sonriendo y levantando las cejas en arco.
Hola. Hola.
Minutos luego el Mosca entró al recinto, vio animales silvestres, lejanos y oriundos, y andando el tiempo entre el reino animal pudo desenfocarse de las ideas que lo estreñían.
Pedía, pedía una sinfonía a la lejanía.
Y esta le respondió para que la viera, no escuchar como debiera ser lógico.
Con el oso de anteojos estaba la chica de hace un rato y pudo deducir que trabajaba ahí. Quizá el cuidado que le brindaba a este oso amigable, como alegoría alegre sobre el cuidado materno mamífero, hizo que el Mosca ahora si la viera con la atención que cualquier chico presta ante el primer pálpito de una ilusión.
Nacía, latía. Esta chica de sus ojos pasó al pulso rítmico de su muñeca, y por tanto, él tragó saliva y se acercó a la baranda a mirarla solitariamente atendiendo al oso de anteojos. Se vieron varios movimientos de esta sinfonía. Inteligente, amable, alegre, detallista... BONITA... uuuuu, esos adjetivos los iba develando en cada acción, o se los atribuía gratuitamente porque ella era una desconocida y el Mosca ha leído demasiado pastiche de psicología conductista.
Con este despliegue de voyerismo analítico, la chica vio al Mosca. Y oh milagro, se detuvo un segundo para sorpresa de todos los arquitectos de puentes del universo, se alisó el cabello y pasó el mechón derecho de su pelo detrás de la oreja. Ese lado daba para el Mosca.
El Mosca conocía que este signo es distintivo según la comunicación no verbal de la atracción. En sencillas palabras, a la chica también le llamaba la atención el Mosca.
Pasaron dos horas que el Mosca consumió pensando en animales, el cielo copado de nubes soleadas de Lima y la chica del oso. Hasta que la casualidad otra vez trajo a la chica saliendo del área de aves. La chica tenía un semblante nervioso, cosa que el Mosca muy mosca notó y apuró su paso sobre el puente ya construido y cuando ella estaba a un metro de distancia, justo para sobrepasarlo, el Mosca la saludó preguntándole si estaba bien.
-Le tengo miedo a las aves.- Le respondió ella, y para qué lo hizo, si dicen que la voz es un atributo de seducción, pues el Mosca terminó sujeto a la ilusión viva. Le gustó lo que dijo. Le gustó como sonó, era tal como un jardín de fresas, moteado de prados verdes, teniendo leche condensada a la mano. Así de rico, salvaje y espontáneo.
-A mucha gente le pasa eso, debe ser que cuando aletean deberían ir libres, no entre rejas.- el Mosca le dijo haciéndose el sensible.
-Debe ser.
-¿Cómo te llamas?
-Leslie
Así continúo por tres minutos una conversación sobre lo que hacían allí esa mañana. Ella era estudiante de veterinaria y estaba haciendo sus prácticas ahí, y él bueno, qué nos importa la verdad. Salvo las aves, y el tomate, Leslie amaba todos los animales, incluso las cucarachas y los reptiles, como se aseguro de indagar él. La más inusual confianza entre dos desconocidos explotó con la siguiente pregunta del Mosca.
-¿cuál es el trabajo que más te ha gustado, Leslie?
-este, realmente vengo aquí como un pasatiempo y no como un trabajo.
(BUM)
Justamente el Mosca muy temprano había estado pensando, quién podría amar lo que hace y no como todos los que conozco que lo hacen por cumplir. La respuesta de Leslie fue un tren a Marte, era demasiado azar, demasiado rápido, y el Mosca no podía dejar de subirse al tren. Ella por otra parte debía continuar su trabajo-pasatiempo, sus minutos de relajo expiraron y cuando avanzaba dejándolo atónito en la estación, él se apuró en seguirla y le preguntó si almorzaba allí y a qué hora lo hacía.
- Sí, a la 1 normalmente.
Él le dijo que le gustaría seguir hablando, que si no le daba miedo la esperaba en la puerta para acompañarla en su almuerzo. Ella respondió que ya.
-Entonces ahí nos vemos.- le dijo el Mosca.
Hoy podía ser el día más grandioso de todos. Con alas de ángel en lugar de las propias, el Mosca estuvo a la 1 en la puerta. Le pediría un número, un correo, debía de cimentar ese puente, coger asiento en el tren. Vamos es extraño que el Mosca sienta tanta ilusión cursi por alguien que no sea Hannah Montana.
Pasaron quince minutos, veinte, a las 2 desistió. Cayó como una gota del cielo cuando se despedía en un susurro privado.-chau Leslie. y... sabía que no la vería de nuevo, como era de creer en estas situaciones.
Salió del zoológico de Huachipa. No ha regresado desde entonces, porque creo que no se atreve solo. Cuando es un día soleado pronuncia un mantra muy particular: Leslie veterinaria. Cómo si la llamara al vacío o las nubes iluminadas. El azar también conjura bromas pesadas a las ilusiones, desde que los sentimientos son tan reales que nacen mitologías.

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