31/7/10

la respuesta

él juega, y sabe que es bueno.
pero lo que le importa no es la fama,
tampoco el gran premio,
ni siquiera la chica que lo admiraría si fuera ganador, pero no se equivoquen, no lo hace por amor, pero el amor es la única recompensa que él aprecia, y con seguridad anhela.

Piensa todas las noches al acostarse que existe mucha belleza en las cosas mundanas, que las matemáticas se hallan en la forma como su quijada se une a su cuello, las uñas que le crecen, y hasta en el polo viejo que usa porque lleva en sus recuerdos un grato número.
Y antes de caer en sueños arma estrategias sobre la belleza que permanece oculta, y la forma de verla.

No tiene muchas caras, está perdido porque tiene una nomás, ni sabe fingir, ni lo intenta, va hacia donde sea con lo que le da de transparencia, demostrándote las cosas en lugar de decirlas, porque entre sus temores está el espantar si habla mucho.
Cree él, que si habla mucho no lo entenderás, y han sido casi infinitas las cosas que te ha dicho en su cabeza frente a las que han sido escuchadas en el aire.
Y siempre será así.
dicen de él que ríe mucho y esta risa tiene que ver con que está perdido sin saber más de lo que quisiera, que es tocar lo sagrado. Pero no es un ardid, tampoco es una burla, tómalo como la espada de un soldado en un campo de corazones.

y se mete al juego apostando, riendo y con su única cara sin intriga, porque en los números que suceden azarosos y se forman bailando, sólo el futuro certeramente sabe si tendrá éxito. él confía entonces.
se trata que aunque ya no puede salir de la mesa voluntariamente, puede apostar contra demonios y dioses siendo insolente.
Ha pulido su paciencia para jugar y ser bueno jugando.
porque lo que le importa al jugar.
lo que le importa con los ojos bien abiertos y la boca riendo,
lo que ha pedido a los matemáticas al jugar
es...
es la respuesta.

Luego de eso desaparecerá.

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