Hay algo extraño en la forma que tienes al venir hacia mí.
El cielo se colorea si entrecierro los ojos, nubes pintadas de amanecer mientras caminas con tus tacos y tu carita bien maquillada. Delicada emanación llegas a mí.
Se siente bien la tersura de tu brazo sobre mi cuello, no puedo verlo pero empinas los pies para elevar mejor este largo abrazo. La unión que nace de tus dedos en puntas, recorre el empeine alineado con tus pantorillas enmaradas en medias transparentes. Un abrigo y una falda, de verdad nunca olvides que las faldas fueron creadas para tu piel. Esa unión sigue el camino de tu sangre hasta traspasarme a través de tu mejilla sobre mi hombro, siento tu cabello latir con esta grata confianza que me da el refugiarte. Hombros que se trabajaron para este momento, un duro sostén para tu rostro, el cabo de tus pensamientos. Con la fuerza de una huída te entregas a este apoyo, soy el muro para el cual te inclinas a suspirar hondo; como una lágrima seca, sin pupilas sólo por los poros.
Mi piel en tu alma, es un frio que recorre la mañana de esta ciudad, un largo frio en césped.
Llevo sólo un polo blanco, el pelo largo despeinado; siempre has dicho que estos mechones llevados al viento me hacen ver como...
Y el labio magullado, quizá lo notes, tal vez lo presientas; pero qué importa, en tus hondos ojos solo cabe un alivio extraño. Estoy yo en esa mañana supuestamente para ti.
Lo que no sabes es que me voy, el frío no sólo está en el aire. Mi mirada, el labio golpeado y el pelo desarreglado son las líneas de una partida.
Me voy porque debo despertar, no es cuestión de esperar. Es el punto final. Y te separo de tu regocijo, te aparto los dedos de mis mechones despeinados, te miro en el momento más seco de nuestra intimidad, un milímetro tu nariz de la mía. Y con un pequeño silabeo te digo adiós.
Me dices algo al oído, maldito... (un insulto)
Me lo merezco. Lo soy. Sin llorar me voy como una pena.
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El cielo se colorea si entrecierro los ojos, nubes pintadas de amanecer mientras caminas con tus tacos y tu carita bien maquillada. Delicada emanación llegas a mí.
Se siente bien la tersura de tu brazo sobre mi cuello, no puedo verlo pero empinas los pies para elevar mejor este largo abrazo. La unión que nace de tus dedos en puntas, recorre el empeine alineado con tus pantorillas enmaradas en medias transparentes. Un abrigo y una falda, de verdad nunca olvides que las faldas fueron creadas para tu piel. Esa unión sigue el camino de tu sangre hasta traspasarme a través de tu mejilla sobre mi hombro, siento tu cabello latir con esta grata confianza que me da el refugiarte. Hombros que se trabajaron para este momento, un duro sostén para tu rostro, el cabo de tus pensamientos. Con la fuerza de una huída te entregas a este apoyo, soy el muro para el cual te inclinas a suspirar hondo; como una lágrima seca, sin pupilas sólo por los poros.
Mi piel en tu alma, es un frio que recorre la mañana de esta ciudad, un largo frio en césped.
Llevo sólo un polo blanco, el pelo largo despeinado; siempre has dicho que estos mechones llevados al viento me hacen ver como...
Y el labio magullado, quizá lo notes, tal vez lo presientas; pero qué importa, en tus hondos ojos solo cabe un alivio extraño. Estoy yo en esa mañana supuestamente para ti.
Lo que no sabes es que me voy, el frío no sólo está en el aire. Mi mirada, el labio golpeado y el pelo desarreglado son las líneas de una partida.
Me voy porque debo despertar, no es cuestión de esperar. Es el punto final. Y te separo de tu regocijo, te aparto los dedos de mis mechones despeinados, te miro en el momento más seco de nuestra intimidad, un milímetro tu nariz de la mía. Y con un pequeño silabeo te digo adiós.
Me dices algo al oído, maldito... (un insulto)
Me lo merezco. Lo soy. Sin llorar me voy como una pena.
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Hoy nació mi sobrino, gracias a mi hermana
feliz cumpleaños pequeño
feliz cumpleaños
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