30/11/08

poto

Cuando se te sequen las ganas de seguir luchando por este mundo famoso y revoltoso;
refúgiate en las suaves colinas de tus nalgas.
El camino puntilloso de piel que acogerá tus sueños, tus mejillas, tus pequeñas yemas buscando la seña de reposo.
Silencio, en humedad de ínfimos vellos,
total concordancia con la oscuridad de un tajo.

Si te ves cubierto de agua lluviosa, sal pronto de la luz
y ahógate en tus nalgas,
una mansa película pulida, ajena al color del sol;
con surcos latiendo, erizados en dicha pretina,
años de refugio en su doblez,
con la presión de dos mitades anidando unirse.

Si escuchas un terremoto trepador
apela al calor de tus nalgas,
curtida blancura que se distancia para abrigar mis manos;
una falla terrenal al centro de tu historia,
Sí, suspiras llegando al abismo que sincera.
Un dulce halito es la hoja que la corona,
el paraguas bajo
muy tibio,
forma una línea, cien circunferencias.
Aspira la parábola en sombras
de tangente sima,
de hoyos escalados,
de doblez radiado,
de surcos circunferencias,
de poros.
de tu poto sublime.

El Trauma del Poto
En la nieve de sus miedos, a la niña le acosaba qué lo primero que le miraran sea la parte baja de sus caderas. Dentro de toda su vanidad odiaba que lo que quisieran querer, no sea su bonito rostro, sino las curvas de sus nalgas. Esa idea, insulto de los ojos, la llenaba de mucha tristeza. Ella no era un cuerpo, era una cara para ser amada.
Al caer el invierno, se amarró unas vendas a las caderas, se puso pantalones sueltos, luego encima polos amarrados a la cintura. Y caminaba encorvada. Así un día, un duende compadecido de su suerte le regalo una fresa bañada en crema de leche, ella no entendía tanta amabilidad. El duende le dijo, yo sé lo que es que te midan por otros atributos. Al engullir la fresa, las vendas quedaron más sueltas, el pantalón casi se desliza y antes de que el polón perdiera su nudo corrió rápido a su casa. Frente al espejo miró su cuerpo volteando las caderas. Su trasero se había desvanecido, sintió algo de melancolía pero la fuerza de estar renovada la animó. Se puso un vestido corto, se hizo un moño, se colgó unos coloridos aretes. Llegando a la puerta antes de salir, se dijo: ahora sí todo el mundo verá que soy muy bonita. Y salió a la calle.

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