20/11/08

Una esquina tres historias


Como esas películas de guionistas que se sintieron grandes cuando la historia se complica para urdir uniones: la profunda vida vista a través de una coralidad. Hablar de muchos es el cine contemporáneo, una multirealidad que abruma por su vastedad, edad para lo vasto. ¿Soy más inteligente por escribir cosas que nadie entiende?
Pobre tonto.
Sólo eres ilusión.


Uno
1989. De niños en una tarde corríamos a las chapadas, llegamos a la esquina, de nuevo una regida para ver quien empezaba. Fu man chú. Un carro cuadrado a nuestro frente, invisible aparece otro atrás, sonora frenada, creo que era de color rojo o sería el calor de nuestras mejillas sudorosas. Un encapuchado se baja, lleva un metralleta ligera y abre la puerta del copiloto del carro frente a nosotros. Un grito pidiendo piedad, lo jalonean, es un muchacho que grita por su vida, clemencia, POR FAVOR NO ME MATEN, fueron esas palabras bien claras. El encapuchado lo sigue jaloneando, una señora a lo lejos con sus perros y nosotros éramos los únicos testigos. Más fuerte el grito, más salvaje la forma de arrastrarlo. No sabía que pasaría, estaba inmóvil viendo una fantasía violenta detenida a pesar de la velocidad con la que sucedía. Unas caras salen por ventanas, se escuchan otros gritos. Piden auxilio. El chico llora con mucha fuerza entre la arremetida del encapuchado, es su vida escapándose por unos hoyos. El encapuchado lo suelta:
¿Apuntará su arma?
¿Jalará el seguro?
¿Apretará?
TA TA TA TA Ta a a.
Lo patea en la cara, luego por las piernas. Pero no hace nada más, sube tan rápido como se bajo y el auto arranca con un chirrido de llantas. Los encapuchados en pasamontañas se pierden doblando la esquina.
Te estaban buscando mata'or
Si hubiera disparado, ¿habría tirado una ráfaga para todos al fugar? Un muchacho, tres niños, una señora y un perro estábamos en la trayectoria. Otra hipótesis. De haberlo matado, ¿me hubiera acercado y habría visto a ese muchacho morirse en la esquina de mi casa? Ojos directos a la muerte.
Lo que sí paso. El muchacho estaba temblando, su compañero que iba con él en el auto había salido de la casa donde estaba, lo abrazaba y el muchacho lloraba. Me acerqué con mis dos amigos a recoger unas cosas que se le habían caído en el jaloneo, pero una señora nos detuvo. Esa es evidencia, no toquen nada. Unos minutos después llegó la policía. Sirenas, nos metieron a casa temprano y al día siguiente conté lo que vi en el colegio. Los encapuchados habían sido terroristas y como escuché buscaban al otro, el que estaba metido en la casa visitando a alguien. Simplemente no era quién debía ser, para recibir los tiros. Por un tiempo miré con detenimiento cualquier carro estacionado por mi cuadra. Sólo me pregunto si seguirán vivos aquel chico o su acompañante, el verdadero blanco; imposible saberlo.


Dos
1996. Era un sábado en la madrugada, estaba sentado en la esquina de mi cuadra, rodeado de cuatro amigos, tomábamos, reíamos. Llega un auto oscuro, bien elegante de lunas polarizadas. Se detiene y permanece en silencio, hasta que se abre la puerta y las luces interiores dejan ver tres personas, dos hombres adelante y una mujer que está bajando. Es Lupe. La chuchumeca del barrio. Tetona, potona, mucho maquillaje, una mini al cuete, una blusa, medias de nylon, botas y un abrigo que cubre lo necesario. Conocida que era fácil si la billetera te abultaba. Camina hasta la puerta del piloto y le toca la ventana, se baja se despide con un beso en la mejilla de un tipo cuarentón. Están ebrios. Ella camina a la puerta de su casa. Ni nos mira pero sí nos ha notado. De pronto uno de los hombres agarra un aparato, el altavoz de un megáfono interno de policía que se puso de moda instalar en esos años. Se escucha un bocinazo, Lupe voltea. El hombre dice:
No te olvides lavarte bien Lupe.
Se ríe. Ambos se ríen. Suben la ventana y arrancan. Nosotros en la esquina también nos reímos. Lupe abre la puerta de su casa sin mirarnos y entra. Un sábado sucio para Lupe la voluptuosa.


Tres
1999. De noche, estoy sacando a mi viejo perro Kaiser (exacto un pastor alemán). Caminamos lento, estamos por llegar a casa. Llega un carro frente a los dos. Es una vecina conocida por quisquillosa, se baja y su esposo estaciona el carro en su cochera. La saludo y ella me da el alcance mientras camino. Detenido espero saber qué quiere.
Tu Kaiser se caga en mi jardín, te voy a hacer limpiar lo que hace. Señora, Kaiser sólo sale conmigo, otro perro le ensucia su casa. Pero no te pongas a la defensiva niño, si te digo es porque lo he visto. Ya no respondo, mi perro se sienta a mi lado jadeando con la lengua. Vas a ver que no miento. Como diga señora, hasta luego.
La señora me mira indignada porque corto la conversación y vuelve para su casa. Volteo a verla, ella está llegando cuando se escuchan unos sonorísimos pedos. Varios al hilo. Vienen de la vieja y me río igual de fuerte para que me escuche. La vieja sigue de largo y abre la puerta de su casa metiéndose al acto. Cuando entro a la mía le cuento a mi hermano: La vieja... se quejó de que Kaiser le ensucia el jardín y por mala leche le sonaron fuerte los pedos que se tiró. La venganza del metano.

No hay comentarios.: