23/10/08

Viajar


Dos días atrás, una tarde nublada, y me siento en la Couster que tomé por la Av. Arequipa. Sucede de pronto un insistente dedo toqueteo en mi hombro izquierdo. Quién será. Qué querrá. Con las ganas que llevo. De pronto al voltear está ella. Ada Gospel sentada atrás mío con un libro de psicología y cagándose de risa. Como nunca antes en más de 6 años que nos conocemos. Primera vez que un micro es nuestro centro de encuentro, y eso que alguna vez pusimos en un trabajo de investigación la siguiente premisa maestra:

“El pasillo central de un micro es nuestro epicentro, el escenario de nuestro objeto de estudio”

Maestra porque según el catedrático definimos bien lo que estudiaríamos. Claro que no tiene nada que ver el susodicho lleve el mismo apellido que Ada Gospel, no es su viejo, ni tampoco su tío.

Le robé el asiento a una chica algo cachetona, de apariencia emo. Ada Gospel la detuvo cuando intentó sentarse a su lado, la chica no entendió creemos, pero cuando le dije intercambio, parece que no le quedó otra. Ada volvió a reírse, y creo que las orejas de la emo debieron sentirlo, ojalá no nos odie ni seamos causantes de una depresión más en este mundo tristón.

Trabajo

Ese fue el vínculo. Ella de una entrevista, yo de cobrar algo. E íbamos para el mismo destino también, la universidad que nos tuvo de alumnos. Más risas de coincidencia. Ella porque sigue una segunda carrera, yo porque ayudaría en la grabación de un piloto de TV. Conversamos acerca del trabajo, el que ella podría tener, y el que tuve un verano. De paso las coincidencias, cruzo los dedos. Y recordando.

El aeropuerto

Nunca cierra, abre para todos aunque tiene áreas restringidas últimamente. Es un rectángulo con dos pisos y paredes de vidrios oscurecidos. A las 7 am en verano el sol brillaba como una gran canica blanquecina a través del polarizado. Se sentía el calor de un viaje astronómico de luz. Y la bulla y el movimiento madrugador empujaban a seguir el mismo ritmo que tenía este lugar ajeno al tiempo. Todos los días son iguales, con la salvedad de que nunca pasa lo mismo, ni aterrizan ni despegan igual. El ruido del motor aéreo se vuelve un cómodo chirrío a medida que se suman días dentro. El cajón aeropuerto lleva voz de altoparlante primero en español y luego en inglés, aunque al principio no se le entiende por eso tiene una pantalla con letritas rojas colgada a mitad del hall central, donde se ven los subtítulos de lo que habla. Creo que es letra Courier, aunque mi memoria puede ser sesgada con las fuentes. ¿Mencioné que el aeropuerto tiene voz de mujer? Viene de la torre, ese edificio que sale perpendicular del rectángulo. Siempre me dio curiosidad pero nunca me animé a subir, tenía el pase de LAP para entrar a los espigones pero y si me preguntaban para qué quieres ir a la torre, debería haber mentido. Y las patas cortas no van bien en un lugar donde muchos están prontos a volar. Era el primer verano post 11 de septiembre. No sé como habrá sido antes, pero bajo este sol, caminaban muchos policías y pastores alemanes. La gente miraba desconfiada a los barbones pelucones, y me parece que una vez vi a Alejandro Guerrero por ahí, honestamente sí tenía el aspecto de un suicida bombardero. Debe ser trabajar la prensa para un broadcaster pendejo lo que le quita conciencia a tu alma. Seguimos mirando, hombres buenos y mujeres también. Otra mirada más. Mujeres crueles y hombres también. Es seguro que debo haberme cruzado con algún burrier en el baño, los ojos llevan inyectados el sueño del dinero fácil. Vamos yo también lo haría no lo niego, si tuviera más desesperación. Lo haría. Porque mi nombre no es peligro.

Lo último y lo primero que verás, la puerta del país es esta y nosotros trabajábamos para hacerla más activa y cosmopolita. Por eso siempre la gente que viaja o acompaña se viste bonito, dentro de sus cánones sacan las mejores fachas para este lugar con luz artificial o natural, pero siempre iluminado. La pasarela rectángulo también tiene flashes, los de las cámaras y fotos aquí y allá. Disculpe joven puede tomarnos unas fotos, claro cómo no. Y click, luz y sonrisas eternas en un recuadro digital. Los sábados entre las 11 pm y la 1am es un mitin de gente llegando o gente llorando para despedir a alguien, vi tantas lágrimas en el aeropuerto que creo que ya no puedo llorar cerca de un avión. Era el único del trabajo que hacía el turno de sábados de 7 noche a domingos 7 mañana. Personalidad atonal. Se suponía que debía tener alguien más apoyándome pero la tacañería del dueño me dejó solo. Y como ni era consciente del reto, sin problemas atendía solo una librería central con muchos libros y revistas para robar, y siempre me cuadró caja sin ningún hurto en mi turno. Concentración, teclear sin mirar el teclado, contar mentalmente el vuelto, reconocer rápido billetes, destreza para el POS y un espejo circular fueron las habilidades de esos sábados donde si fui solitario era porque todos los demás toneaban con música y trucos. La música del aeropuerto es la bulla del avión y la gente hablando en muchos idiomas, el truco de ahí es que cuando pasa la hora punta todo es silencio y la puerta del país está tranquila para recorrerla. Las tiendas del aeropuerto no tienen puertas pero yo igual las cree, hacía mis puertas con una cuerda que tenía colgado:

ya vuelvo

estoy en el baño

Y me perdía caminando por media hora esas madrugadas de sábado. Tampoco podía irme más tiempo. Algunos dormían en las sillas, un vuelo tardío llegaba y la gente desembarcaba. Las chicas del duty free invitaban café y reían. Pasaba ida y vuelta por el detector de metales, cada vez más confiado porque me fueron reconociendo. Eso si nadie nunca me paró a preguntarme porque caminaba por todos lados. Viéndolo en perspectiva, en la semana tampoco me iba mal, allí si tenía a mi fiel compañera cajera y yo era vendedor, y a las 3pm salía del aeropuerto libre hasta el día siguiente que entraba a las 7am. Y de verdad el tiempo en el aeropuerto vuela, quizá porque absolutamente todo lo que se vende allí es carísimo.

Una vez un europeo lanzó en el baño, un tipo le dijo oye no puedes hacer esto no estás en Holanda. El se metió al wáter a terminarse su huiro, riendo y hablando por su celular en alemán. Una vez cuando estaba sentado en el mirador con vista a la pista de Nacional, hoy desaparecido, apareció una chica con ojos enormes y se sentó a unas filas delante mío, parecía sentir todo con los ojos, olía escuchaba con la mirada. Y yo la notaba, no sé porque la presentía especial, luego llegó alguien más a acompañarla y le habló con señas y ella respondió igual. Entendí entonces, me gustaba una sordomuda. Con razón. Me quedé hasta que se fue. Me retrasé pero es la lección del rectángulo, aprendes si miras la pista y a quienes la miran.

Mi jefa no me regañó. Y lo reafirmo, lo mejor que tuve de ahí fue la gente con quien trabajé y conocí. Acabé un lunes de marzo, igual que mi jefa, ella se fue a Chicago, yo a estudiar. La historia de ella es aparte. Y ese último día en el aeropuerto me senté a tomar una botella de Fanta helada en el mirador de Nacional, ¡cómo se puede sentir el sabor de la niñez en naranja! Creo que adivinaba que cada vez que vuelva al aeropuerto me acordaría de ese verano, pues desde entonces no es puerta para mí, es un patio y un mirador.

1 comentario:

naco dijo...

Pav tu trabajaste en el aeropuerto????? jamás me lo hubiera imaginado... y de vendedor???? es broma verdad???

Si es cierto... entonces nos falta mucho por conocernos ehhhh!!!!