28/9/08

nada pasó



Trata de esto, Juan desapareció. Una noche debió llegar de clases, no lo hizo y nunca más se supo de él. Porque por flaco y medio socialistón lo puedes golpear, quitarle las uñas, torcer los testículos con alicates, pasarle electricidad por los dedos descarnados, meterle una bombilla en el ano y patearlo para reventarlo dentro y luego seguir golpeándolo. Si todavía está agónico, lo metes en un saco y lo haces tomar aire nocturno, cómo el del mar refresca más, lo subes en helicóptero a 100 km mar adentro y ahí frente a un océano morado abres la puerta y lo lanzas directo al chapuzón. Ahora sí Juan se perdió. En suma, el odio que puedes llevar de años lo desfogas contra alguien que puede ser tan tonto como para pensar diferente a ti.
Y de Juan no se supo nada. Porque es represión militar. Y sus amigos bien pudieron decir por presión cómo encontrar a Juan, porque nadie quiere pasar por lo que debería pasar Juan. Nadie debería. Y otros amigos mejor ni preguntaron por Juan pues si la curiosidad mata gatos con nueve vidas, mucho más fácil lo hará con personas que tienen sólo una. Y en otro lado de la ciudad, una vez que Juan se perdió y te limpias lo que queda de sangre en los nudillos, ni sabes que Juan se llamaba Juan Horacio Herman.
Los que lo aman lo buscan, pero los que hubieran podido amarlo ya nunca más lo conocerán. Así el juez no sabrá nada de Juan. Menos el fiscal. Hay que llamar a un general que estaba a cargo en esa época. El no recuerda haberse cruzado con ningún Juan. Entonces, llamen al coronel. El tampoco. Ni el comandante ni el capitán. ¿Algún soldado? Bueno uno conoce a un Juan, pero ese es otro, ese está vivo.
El juez archivará el caso porque ha quedado estancado. Hay que preocuparnos mejor por los vivos y presentes, que por los desaparecidos y tal vez muertos, dice el juez. Para qué complicarse la vida. Salud con vino y un buen bife con el coronel.
Y que más, mucha cólera. Mucha desilusión. De verdad, sólo hay que sentarse y aceptar que para siempre nadie sabe dónde estará Juan. Y quedará así, en la memoria de los que le queden. Los militares confían en que poco a poco se hagan la idea de que quizá Juan nunca existió.
Pero, Juan sí existió. Pero hoy no. Hoy sólo es un documental con 160 minutos inmutables. Alguien que pudo tener más tiempo para hacer lo que quisiera, hoy sólo llegarás conocerlo a través de una pantalla. Un documental por una vida. Que cagada Juan ¡Qué triste Juan!

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